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La hermosa dama de Tarabana

Para Haydee Padua,

en cuya mirada encuentro una razón para escribir. Dedico

Fue entre los verdes cultivos de caña del generoso Valle del río Turbio, en épocas pasadas, donde don Daniel Yépez Gil, “encontró su verdadero amor”.


Él, ya había contraído nupcias con doña Nelly Arévalo, con quien tuvo cuatro hijas. Pero una mañana de sol radiante, en cabalgata por el antiguo camino real rumbo a la Hacienda Tarabana, en donde el moderno trapiche alemán de sus hermanos don José Antonio y don Mariano, trituraba el cañamelar para convertirlo en azúcar, en predios de Cabudare, divisó a orillas del río Claro a una hermosa mujer que lo enamoraría para siempre.


Así lo deja asentado Haydee Padua, investigadora de la genealogía histórica de la familia Yépez Gil e hija de don Daniel Yépez Gil, en un artículo inédito que generosamente nos ha revelado.


Describe con entusiasmo entre líneas, que don Daniel apresuró su caballo para atravesar el lecho "y cautivo de una trampa del destino, sus animados ojos se clavaron en aquella bella silueta: una agraciada damisela, en edad juvenil, de rasgos muy criollos y pueblerinos, de largos cabellos azabaches, de labios que no agotaban la pasión del rojo, y dueña de grandes y expresivos ojos negros".

Las travesuras de Cupido merodearon Tarabana en el remoto año 48.


Y mi padre al acercarse cada vez más quedó inerte y sin aliento -recuenta Haydee Padua con ojos propensos a lágrimas pero sumida en un fascinante relato-, adicionando que su esquema de hombre recio y poderoso se derritió ante la presencia magnífica de aquella esplendorosa mujer.


Es testimonio de don Daniel, entre las memorias escritas por su hija, que desde ese entonces las citas a escondidas “muy inocentes y de gran respeto, fueron más frecuentes, y las visitas a Tarabana se tornaron obligadas”.


-Así nació ese mágico amor, en encuentros furtivos en el escenario más sublime, a las puertas de la histórica Capilla Las Mercedes-, traza la escritora sin advertir que se agrietaba su corazón y sus ojos se anegaban de profusas lágrimas.


Allí, en Tarabana, lo flechó Cupido

Y fuen en el sitio de Tarabana, donde Cupido realizó su trabajo.

Desde ese entonces don Daniel compartió su vida con Olga Padua, la hermosa dama de Tarabana, “La Negra” como la llamaba con mágico acento.


De esta esencia maravillosa, inspirada por ese escenario auténtico, testigo de escaramuzas entre Bolívar, Urdaneta

y Cristóbal Palavecino contra las hordas del español Ceballos y su lugarteniente Oberto, nacieron Oscar, Haydee, Héctor, Virginia, Gisela y Fernando.


Pero don Daniel, no pudo ser más franco, más llano, pues le ofreció a a la dama de Tarabana, eterna compañía, aunque el destino pronto se encargaría de negar esa noble promesa.


Olga fue para él un tesoro de piratas, y con el transcurrir de los años, don Daniel dejaría de pensar en el tiempo que le asechaba, porque para sí, con ella ya todo lo tenía.


Allí, en Tarabana, lo flechó Cupido


En Twitter: @LuisPerozoPadua

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