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Agua Viva en el discurso de Silva Uzcátegui


En la revista Excelsior, órgano divulgativo del Colegio La Salle, de publicación mensual, impresa en convenio con el Diario EL IMPULSO, se publicó un elocuente discurso del célebre ensayista curarigueño Rafael Domingo Silva Uzcátegui, pronunciado el 5 de febrero de 1953, con motivo de la visita a “la Agua Viva” del nuncio apostólico cardenal Crisanto Luque Sánchez, arzobispo de Bogotá, primer cardenal de la historia colombiana, elevado a ese rango por el Papa pio XII, quien visitó a Agua Viva y Cabudare, acompañado por monseñor José Rafael Fiol, deán de la Catedral de Barquisimeto.


A la Hacienda Agua Viva, situada en el entonces Distrito Palavecino concurrieron las autoridades civiles para el magno recibimiento, en donde el laureado escritor y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia, R. D. Silva Uzcátegui, tributó palabras de bienvenida al prelado con un interesante discurso.


Las palabras de Silva Uzcátegui

Excelentísimo señor Nuncio Apostólico

Ilustrísimo señor Obispo

Señor representante del Ejecutivo de Estado

Señoras, señoritas y señores


En representación de los dueños de esta casa, y en nombre de todos los vecinos de este lugar, os doy la más cordial bienvenida, y os manifiesto nuestra sincera complacencia por vuestra honrosa visita.


Excelentísimo señor:

Esta mansión se llena de íntimo regocijo por vuestra presencia aquí.

Llegáis, señor, a un lugar humilde, pero donde se ha conservado siempre el ambiente de la más pura tradición cristiana.


De modo que, si esta casa, aunque reconociendo su indignidad, abre sus puertas para recibir al Exelentísimo Representante del Sumo Pontífice, no lo llevéis a presunción de nuestra parte, es tan solo porque hemos querido ofrendaros el afecto y el respetuoso cariño con que los hijos reciben a sus padres.


Aquí solo hallareis pobreza y humildad. Pero también encontrareis en las almas, lo que vuestro selecto espíritu sabrá apreciar muy bien: la fe inconmovible del carbonero, que para sí mismo anhelaba el inmortal Pasteur.


Y, al considerar que habéis venido gustoso a confundiros con nosotros, oscuros labradores de la tierra, mi espíritu me transporta a los primeros días del Cristianismo, porque se repite aquí, en estos momentos, aquel espectáculo grandioso, imponente, en su misma sencillez, enando San Pedro, que iluminado por el Espíritu Santo era más sabio que todos los filósofos de todos los siglos, y a pesar también de la suprema autoridad con que estaba investido, iba, sin embargo, por los arrabales y los campos, con esa dulzura y esa bondad que resplandecen en nuestro semblante, a confundirse con los humildes hijos del pueblo, para impartirles la bendición de Dios.


Dignaos vos también, bendecir esta casa, este lugar, a todos nosotros que os amamos con afecto de hijos.


Excelentísimo señor:

En cumplimiento del mandato de mis representados, y obedeciendo también a mis más íntimos sentimientos, formulo mis votos muy cordiales por vuestra dicha personal, por la del ilustre Pontífice a quien dignamente representáis y por el más cabal éxito de vuestra misión.


Y que cuando regreséis a ciudad externa, podáis decirle a vuestro augusto soberano, que aquí en nuestra querida Venezuela, se le ama y se le venera, que habéis encontrado en las más altas clases sociales, como en los más humildes hijos del pueblo, -en la gran mayoría de los venezolanos- la fe cristiana, que lucha, vence y brilla siempre inextinguible sobre el error de los que dudan o niegan y se detienen, permitidme la magnífica expresión del Dante en el trayecto que conduce a la muerte.


Y también os sobrará razón para decirle que nuestros ilustres gobernantes, la sociedad y el pueblo entero, os han recibido unidos, de presente, formando un solo cuerpo: el Gobierno para felicitar vuestra misión; nosotros para rendiros el homenaje de vuestro filial afecto.

Excelentísimo señor!


EL DATO

Rafael Domingo Silva Uzcátegui nació en un apacible caserío del semiárido venezolano, población con fisonomía andina: Curarigua de Leal, situada en el municipio Torres del Estado Lara, el 25 de julio de 1887. Luego de una dilatada vida como ensayista e investigador, con un sinnúmero de obras literarias, falleció en Caracas a los 93 años.

Su infancia transcurrió en la finca La Sabanita, propiedad de su padre, el caroreño Rafael María Silva Riera, quien había desposado a Isabel Uzcátegui, hermana del Arzobispo de Caracas Críspulo Uzcátegui (1845-1904). Se traslada en 1899 a la población de Agua Viva, Distrito Palavecino, donde sus progenitores adquieren otra finca para continuar las labores del campo.


En Twitter: @LuisPerozoPadua


Fuente:

Revista Excelsior Número 7

R. D Silva Uzcátegui. Barquisimeto, Historia Privada. Alma y Fisonomía del Barquisimeto de Ayer

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