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Carlitos Gómez: El pulpero activo más antiguo de Palavecino


Con más de 70 años de servicios continuos, este hombre es considerado por muchos una leyenda viviente, pues el último censo reflejó, que “la institución en funcionamiento, bajo su dirección, tiene una data registrada sin similares”

A su juicio, y sin sonrojarse, el pulpero afirma ostentar dicha condición, pero en toda la región larense

Otro record está por reconocerse en el Libro Guiness del año entrante, pues tiene casi 130 nietos y 90 bisnietos, que según esta prestigiosa organización, es el venezolano en vida, con más descendientes directos


Con los primeros resplandores del alba y el incesante cantar de los gallos, un mocito despacha presuroso la clientela del caserío. Por sus descarnadas manos pasan cortes de carne de res, quesos de cabra, bizcochuelos de maíz, chichas de arroz, panes, harinas, café, papelón, jabones, escobas, entre otras cosas.


El negocio está bien equipado, hasta se expende aguardiente blanco, y, lo más buscado es un insumo medicinal denominado cocuy de culebra ciega.


Corría el año cuarenta y cinco en una Venezuela agitada por la frágil democracia y los aires de dictadura. Fue entonces cuando el 18 de octubre, el mismo día que tumbaron al presidente Isaías Medina Angarita, este joven abre las puertas de la pulpería.


Era pequeña pero bien abastecida y se encontraba ubicada en un apartado lugar del pueblo, un hermoso paraje dominado por árboles de naranjas que deleitaban a propios y extraños, que al probarlas confesaban un gran placer, por ello, el nombre que data de más de doscientos años.


Allí trabaja “desde que Dios amanece hasta que se acuesta” en esa noble institución de la Venezuela rural, “lugar de encuentros y desencuentros, donde luego de sacudirse las alpargatas, los clientes entraban para conversar un rato”.


Así describe Carlitos Gómez sus inicios en la pulpería de María Engracia Gómez, su madre. Relata que el caserío tenía sólo cinco casas con techos de tamo y paredes de barro, y no más de veinte habitantes, con una calle real o principal de tierra.


Recuenta Carlitos Gómez que en tiempo de invierno, nadie podía pasar, pero incluso en medio de estas penurias, “el comercio de la zona era muy bueno porque venía gente de Santa Rosa, Cabudare, Yaritagua y hasta de Acarigua, a comprar Naranjas y otros enceres que expendíamos aquí”.


Asimismo, refiere que desde Barquisimeto venían otros comerciantes (pulperos) a comprar el papelón en grandes cantidades, “ya que Cabudare era una zona donde existían grandes trapiches, como por ejemplo el de los hermanos Yépez Gil, donde se elaboraba mucho y buen papelón”.


La manteca de cochino era otro producto muy comerciable en la bodega de Carlitos Gómez, así como el café en grano, “traído desde Loma Redonda, en las faldas del cerro Terepaima”.


-El queso era un producto muy apreciado y no faltaba en la mesa. La mantequilla la comprábamos en latas grandes para despacharla detallada. Además de todos los granos que se cosechaban en la zona, indica con humildad.


Relata que el pan era transportado hasta la pulpería en mulas con aguaderas, que eran una especie de bolsas elaboradas con bejuco que caían a los lados de la bestia, “y venían muy bien empaquetados a un costo de dos panes grandes por una locha”.


Con una sonrisa llena de picardía, Carlitos Gómez narra que en los años cuarenta, con una locha se podían comprar cuatro cosas: café, papelón, sal y mantequilla. También podía adquirir, manteca, harina, granos y “hasta unos cuantos palitos de cocuy”. Allí se detiene y ríe con gracia, como transportándole a ese pasado remoto, “donde todo era barato”.


Describe que durante tres décadas la economía venezolana no varió jamás, “los precios eran estables y durante estos años una bodega que obtuviera como ganancia veinte bolívares, en el transcurso de una semana, era mucha plata”.


Se modifica la tienda

Años posteriores la Pulpería tuvo que mudarse de su sitio original, porque la clientela creció y el reducido espacio hacía incómodo e infuncional el despacho y almacenamiento de la mercancía.


Así que Carlitos Gómez construyó una moderna estructura frente a su casa de habitación, más amplia, con 600 metros de platabanda y paredes de concreto, “la cual me costó 14 mil bolívares (de los antiguos).


-Eso era muy caro para la época. Mil bloques costaban 37 bolívares y un saco de cemento gris, cinco reales, apunta.


Recuerda haber comenzado con 900 bolívares de capital, que representó, según él, “un camión grande de corotos que los compré en la tienda de don Augusto Casamayor, quien nos fió prácticamente la bodega, fijando la tarifa en diez bolívares quincenales”.


La pulperìa se equipó con un moderno enfriador fabricado en el año 50 y costó siete mil bolívares. Aun se conserva como ícono y patrimonio del establecimiento comercial.


El record del pulpero

Carlitos Gómez nació en El Placer el 16 de mayo de 1928. Hijo único de la unión de Doroteo Díaz y María Engracia Gómez, ambos naturales de El Placer, antiguo distrito Cabudare.


En su partida de nacimiento no aparece el nombre de la persona que asistió el parto de su madre, “pero la comadrona oficial del caserío era Dolores Aguilar”.


Realizó sus estudios en la escuela rural de la zona, más el quinto y sexto grado, los cursó en la escuela Ezequiel Bujanda, con el doctor Reinaldo Leandro Mora, ex senador y Ministro de Educación de los presidentes Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez.


A los 15 años abrió la bodega y en 1958, contrajo matrimonio con Cruz María Menzoa, con quien tiene once hijos, “pero el destino me regaló veintiún hijos más, todos muy buenos”.


Con orgullo señala que casi todos sus hijos son profesionales, entre ellos, Pedro Giménez, quien estudió en Houston, Estados Unidos, y otras ciudades de Japón, beneficiado por el programa de becas del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez.


Detalla Carlitos Gómez, que en la actualidad, su hijo presta servicios a la Administración Espacial y Aeronáutica Nacional, NASA, en Cabo Cañaveral, donde se desempeña como ingeniero nuclear en proyectos de investigaciones espaciales.


Pero la cuenta se hace cada vez más larga al escuchar los relatos del bodeguero más antiguo de Cabudare, “pues tengo 130 nietos y 90 bisnietos, situación que llamó la atención de los editores del Libro Guiness, quienes me entrevistaron por considerarme, según esta organización, el venezolano en vida con más familiares directos”.


Pero Carlitos Gómez se confiesa, sin timidez alguna, ser un enamorado de su trabajo, además exhibe con orgullo su condición de ser el pulpero más antiguo de Palavecino, y afirma incluso, ser “el más viejo del estado Lara, porque son 65 años ininterrumpidos, durante 365 días de todos estos años”.


Así finaliza la agradable entrevista, con una imagen imborrable: su rostro marcado por una afable sonrisa que desprende esperanza y toda una vida de cuentos y relatos.


El brebaje mágico

El relato se torna más fascinante al adentrarnos a épocas remotas de la zona rural de Palavecino, de cuando las fiestas patronales se celebraban con seis días de toros coleados y la presentación de un sinnúmero de conjuntos y agrupaciones folklóricas de todas las latitudes de la

geografía nacional.


-Hasta Reina Lucero nos honró con su hermosa presencia y su inconfundible vos, quien mostró gran emoción al ver las improvisadas talanqueras armadas en medio de la vía con varas de juajua, acotó.


Pero durante las fiestas la bebida más buscada era un cocuy que contenía una culebra ciega en el fondo, de unos dos metros de largo, además contenía alacrán, ciempiés, palo de arco, chuchuguaza y marihuana.


Sostiene que el brebaje es altamente curativo, “sus beneficios están demostrados desde hace más de sesenta años, ya que tiene la virtud de sanar la artritis y otras dolencias óseas. Así se hizo famoso esta bebida, la cual aun preparo y vendo”.


Esta bebida está registrada en el Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano, Región Occidente del estado Lara, municipio Palavecino, LA 06, en su edición del año 2005.


Aquellos precios y artículos

En la pulpería de Carlitos Gómez se vendían artículos y víveres que hoy son añoranza para muchos y leyendas para otros, en fin, vale aquí destacarlos por su valor histórico:

  • El refresco Green Spot se comenzó a despachar en la bodega en el año 1948, a un valor de 0,25 céntimos

  • La Chicha A1 es otro alimento de tradición cuyo costo era de un medio

  • Milkao fue una conocida bebida achocolatada. Se vendía a dos lochas

  • El refresco Astor era uno de los preferidos

  • La cerveza Zulia de un tercio se distribuía en una caja de cartón a un precio de seis bolívares

  • La leche en polvo Klin y Nido, también se vendían en la pulpería a Bs. 2,75, pero son más contemporáneas

  • La avena Quaker estaba marcada con un novedoso rotulado con las siglas PV, que significaba precio de venta: 1,25 (dos y medio cuartillo)

  • Cuatro onzas de queso blanco costaban tres lochas

  • El litro de Kerosén una locha, ahora es más caro que la gasolina

  • Una pastilla OK para el dolor de cabeza, una locha

  • Un kilogramo de maíz en concha valía un medio

  • Un palito de cocuy de culebra ciega… era gratis

En Twitter: @LuisPerozoPadua


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